Se caerán las carnes
despegadas de los huesos roídos por el tiempo
y aun así podrás resistirlo.
Resistirás también
que los ojos difuminen el horizonte
y el pulso sea trémolo y torpe,
que ya no interese la aventura
y sí las narraciones.
Resistirás que Eros sea un
recuerdo de intensas juventudes
y que la imaginación no vuele ya con alas de ave.
Resistirás el peso de decepciones y experiencia,
y no repudiaras el espejo
ante la extrañeza de tu caduca cara.
No es eso lo duro, eso lo resistirás…
Hay una fuerza en ti que sacas aunque no reconoces.
Pero aun así temes la sombra
que planea sobre el invierno de la vida.
El oscuro mal que roba identidades
llevándose todo lo que fuimos, todo lo ganado o perdido;
toda la risa y el llanto de una existencia que pasa rauda y nos define;
a pesar de nuestra levedad,
a pesar de lo miserable de lo humano.
Porque no quieres olvidarte
de quién eres o fuiste;
de quién te odió o te quiso,
de quién aún contigo permanece.
Esa sombra es la que temes,
la sombra del olvido antes del paso definitivo.
Dejar de ser tú antes del último suspiro.
Una cascara vacía sin pasado y sin nombre.